El 24 de febrero por la tarde-noche (en México), las diversas cadenas globales suspendían sus programas habituales, para dar paso a periodistas, conductores de noticieros que comenzaron a narrar la invasión de la Federación Rusa, sobre una nación soberana e independiente, desde el 24 de agosto de 1991, de la otrora Unión Soviética. Analistas, especialistas, de toda índole, no daban crédito a lo sucedido. Lo que nunca se pensó que acontecería, sucedió y el arte de la guerra, comenzó a escribir un nuevo capítulo de una guerra no considerada, para una diversidad de especialistas y académicos civiles era algo impensable, pues parecía que después de la toma de Crimea, el 20 de febrero de 2014, las diferencias entre Ucrania y la Federación Rusa habían terminado.
Sin embargo, los informes de la inteligencia británica que fueron difundidos por la entonces ministra del exterior británica Elizabeth Truss (posteriormente Primera Ministra Británica por el Partido Conservador de septiembre a octubre de 2022), consideraban que el gobierno de Putin, estaba acumulando de manera inusual tropas, en las zonas del Donbás, aunado a que se tenía información, de que se buscaba imponer un gobierno pro-ruso deponiendo de la presidencia a Volodimir Zelensky por considerarlo demasiado cercano a occidente; utilizando a un pequeño partido político radical y cercano a Moscú, que no había alcanzado escaños en el parlamento ucraniano, dirigido por Yevheniy Murayev.
Tales informaciones, fueron secundadas por las agencias estadounidenses y de Francia, de una amenaza a la soberanía de Ucrania, pero al mismo tiempo, se consideraba que seria una acción que no llevaría a cabo el gobierno de Vladimir Putin por calificarse demasiado osada y arriesgada, dadas las tensas relaciones que hasta enero de 2022 prevalecían entre el Kremlin y las potencias occidentales. Pero lo impensable aconteció y los tambores de guerra sonaron y los misiles cayeron sobre Kyiv, las tropas rusas se internaron desde diversos puntos, por el norte, desde Bielorrusia en dirección a Kiev (posteriormente a esta incursión esta nación ha buscado mantener una relativa neutralidad), por el noreste desde Rusia, sobre Sumi y Járkov; asimismo, en el este, sobre la región del Donbás y finalmente en el sur de ucrania, por Crimea.
La guerra había comenzado y en pocas horas, las fuerzas armadas rusas desataron una de las peores crisis humanitarias, cerca de 8 millones de personas dejaron a tras sus vidas, sus familias, sus trabajos y su educación. De acuerdo a la ACNUR (Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados) más de un millón y medio se ubicaron en Polonia, otros más, buscaron acogida en Alemania, República Checa, Italia, España y Reino Unido, Rumanía, Eslovaquia y Moldavia e incluso en Rusia, están cerca de 3 millones de desplazados (pero análisis de oficiales de inteligencia de la OTAN indican que se vieron obligados por las tropas rusas a migrar al oeste, es decir a la Federación Rusa). De igual manera, por territorio húngaro han pasado casi dos millones de personas, quedándose en esta nación tan solo 33, 000 personas, a causa de que su Primer Ministro, Viktor Orbán, mantiene una posición demasiada cercana a Moscú, pese a ser parte de la Unión Europea, todo por obtener precios preferenciales de los hidrocarburos rusos.
De todos estos desalojados, cinco millones tiene el estatus de protección temporal en los lugares en los países en los que se les ha enviado, además, se debe de considerar el propio traslado interno, pues los que vivían en la frontera con Rusia y Bielorrusia, se desplazaron al centro o al este de Ucrania, sumando casi 6 millones de personas, provocando una desestabilización interna en los diversos ordenes del Poder Nacional de Ucrania, de acuerdo a la Organización Internacional para las Migraciones.
A esta situación, se debe de agregar la red de campamentos que han creado el gobierno ruso para llevar a niñas y niños ucranianos; en primera instancia, se dijo que eran huérfanos, pero cada vez más se sabe de una diversidad de casos que son secuestrados por el soldados y mercenarios rusos (Grupo Wagner), todo con el fin de reubicarlos, reeducarlos (educación pro-rusa en términos académicos, culturales, y patrióticos), e incluso ver la posibilidad de entrenarlos militarmente a aquellos que estén alcanzando la edad propicia para tal fin. Se considera que los niños y jóvenes ucranianos en Rusia, sus edades se ubican en los 5 a 17 años, estimándose que sean entre 6,000 a 16, 000 los secuestrados.
Tal información se dio a conocer por el Laboratorio de Investigación Humanitaria de la Universidad de Yale, con el apoyo del Departamento de Estado de Estados Unidos; las pruebas que se están documentando, tienen la finalidad de aportar las debidas pruebas legales para tras concluida la guerra, fincarle responsabilidad al gobierno de Vladimir Putin bajo los cargos de genocidio. La red de instalación para la readaptación de niños y niñas ucranianos a ciudadanos rusos, son cerca de 43 instalaciones, algunas se encuentran en la propia Crimea, otras más cerca de Moscú, otras mas en Siberia y las más alejadas, casi en la frontera con EEUU (Alaska).
La guerra que desató Putin está dejando una ola de incertidumbres y que para ello, el estudio geopolítico se apoya en una afirmación que a principios de la década de 1960, John G. Stoessinger, consideró en su obra, El poder de las Naciones. Política mundial de nuestros tiempos, pues discurrió qué: Es sorprendente esta nueva forma de vida cuando uno considera que las naciones que poseen este omnipresente poder de la vida y de la muerte, son solo en diversas maneras, abstracciones, invenciones de la mente humana. Por ello el poder que se tiene que aplicar para implementar la voluntad de una nación, es físico en última instancia. La voluntad en si misma es principalmente resultado de ideas humanas, ideas de lo que debe ser una nación, de cómo y cuándo debe expresarse y respetarse su voluntad.
Stoessinger, señaló lo anterior a razón de la tensión que prevalecía en plena Guerra Fría, cuándo las dos potencias estaban en permanente estado de alerta en la definición de o que seria el orden global por el cuál cada uno propugnaba un proyecto, un destino. Los resultados son conocidos, sin embargo, lo que la guerra de Rusia sobre Ucrania, está abriendo una inmensidad de líneas de investigación y campos del conocimiento, sobre guerras híbridas, inteligencia estratégica, agencias de inteligencia, alianzas defensivas, cadenas productivas para la guerra, doctrina militar, aérea y naval para el siglo XXI, etc., pero para los estudios de la geopolítica, las acciones bélicas previas y durante, modifican algunas teorías que afirmaban que primero debía estar presente el conflicto, no obstante, la guerra ha marcado lo que para las escuelas anglosajonas se ha conocido de siempre, la geopolítica es preventiva y reactiva, es dual, es teoría y método. La guerra ha modificado el pensamiento geopolítico.
El tablero mundial, ha demostrado la importancia de las alertas de los sistemas de inteligencia, ha demostrado los efectos de la guerra a través de los desplazados y ha confirmado la crueldad de un régimen por recuperar la esencia del ser superior, el ser que dominaría al mundo, el Soviet Homo, ahora es la búsqueda del Russian Homo y sí para ello hay que destruir a una nación y a su cultura, se hará para lograr tal objetivo. A un año de la guerra, los valores occidentales con todo y sus defectos, siguen siendo fundamentales para la coexistencia de las naciones, la democracia, las libertades humanas y económicas son una valor intrínseco en la guerra que se libra en Ucrania.
Mientras tanto en Palacio Nacional, mañana a mañana, la diatriba, el argumento, el guión, al cuál muchos consideraban la mejor estrategia para implementar las políticas instituciones de gobierno, se diluyeron en poco tiempo, para ser una arenga cotidiana para defenestrar a aquellos a los que no comulgaran con la transformación nacional. Las arengas se volvieron amenazas y señalamientos, mientras el mundo vive una crisis en instituciones vitales para la convivencia pacífica entre naciones. La importancia del líder esta por encima de los señalamientos en la Corte de Nueva York, de las afirmaciones en el libro de Michael Richard Pompeo o lo expuesto por la presidenta del Perú, Dina Ercilia Boluarte Zegarra, sobre México, solo importa el alter ego, solo importa: je suis l´état.
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