La ceremonia del 106 Aniversario de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, el 5 de febrero próximo pasado, en Querétaro, mostró que la división de poderes en México ha cobrado vigencia, con discursos y gestos simbólicos, que envían mensajes de pesos y contrapesos en la relación del Supremo Poder de la Federación, que se divide para su ejercicio, en los tres poderes legislativo, ejecutivo y judicial, conforme al artículo 116 constitucional.

Asimismo, se establece que “…no podrán reunirse dos o más de estos poderes en una sola persona o corporación, ni depositarse el legislativo en un solo individuo.”

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Está señalado así que en esta separación de poderes no hay cabida, por ningún motivo, a la incorporación de los otros poderes en una sola persona o corporación.

Así se observan como violatorios los intentos llevados a cabo por el ejecutivo, de pretender ordenar al legislativo, que a sus iniciativas legales no se les cambiarán ni una sola letra o coma, o la intentona de control de la SCJN y del poder judicial, pretendiendo instalar a una ministra presidente.

La dialéctica del poder entre los poderes de la federación, tiene correlatos en los estilos personales del poder en cada representante de los tres poderes, sin embargo, cuando hay respuestas negativas a los intentos impositivos del ejecutivo fundamentalmente, o de respuesta a algún evento injerencista o de pretendida intervención impositiva, que violenta las atribuciones constitucionales de los otros dos poderes, surgen arrebatos políticos que denostan a quienes representan a los poderes, sean legisladores o ministros, pretendiendo llevarlos a un tribunal de alzada, en donde el pueblo, por voz de su único y exclusivo representante, los señala como enemigos del pueblo y de su gobierno, sin que la ley, importe o sea reconocida.

Cuando un poder ataca literalmente a otro poder, solo la ley se vuelve escudo y defensa, o la prudencia del atacado para evitar una escalada de violencia que conduzca a la ingobernabilidad.

Desde luego que las personas, independientemente de la función o representación que ostenten, tienen límites establecidos por la ley y, al rebasarlos se colocan en una posición delincuencial, no solo en pretender defender sus intereses en el marco legal o violentándolos m, buscando establecer que la ley no corresponde al interés que defienden.

Las atribuciones y funciones de cada poder, en la Constitución y las normas derivadas de ella, son claras y precisas y violentarlas tiene consecuencias jurídicas, políticas y sociales. Por ello la responsabilidad primera de cada servidor público es guardar y hacer guardar la norma, fundamental o derivada.

Ahí está el marco y orden jurídico que rige la vida del gobernado y el gobernante, que, se aplica o debe aplicarse a todos, constituyendo así el Estado de derecho constitucional y democrático, el imperio de la ley, que evite los excesos de discrecionalidad de cualesquier individuo, desde el presidente, legisladores o ministros, hasta el ciudadano común.

El 5 de febrero pasado pudimos observar la manipulación de la ubicación de los representantes de los poderes en el presidium, la intención de evitar la igualdad que tienen, la idea de colocar un predominio del ejecutivo y sus colaboradores, rompiendo así el equilibrio que por ley existe; la respuesta al maltrato no se dejó esperar, la dama y ministra presidente de la SCJN no se levantó al arribo del ejecutivo, como una respuesta evidente de la falta de respeto que había ocurrido al mover las posiciones y lugares, y claro como una respuesta a las acumuladas críticas del ejecutivo mañanero, solo fue una respuesta contundente a la falta de respeto a su investidura.

Los discursos fueron precisos, respetar la ley, reiterar las funciones correspondientes a los poderes legislativo y judicial, defensa del interés nacional y llamado a evitar la violación constitucional, con la reforma electoral entre otras, así como una concordia unitaria para el desarrollo y seguridad nacionales, el ejecutivo volvió a su discurso tradicional y trasnochado, y continuó así en sus mensajes mañaneros, la visión no le alcanzó para mirar más allá de su interés político sucesorio, encajó la crítica pretendiendo críticas ad hominem, perdiendo así la oportunidad de llamar a cumplir la ley y defender la nación. Se observa un reposicionamiento de los poderes legislativos y judicial, que los hace crecer en defensa de la norma, se espera mayor arrebato discursivo del ejecutivo; un desgaste para las instituciones de la República que hoy por hoy, discuten sus posiciones, sus alcances y límites y que, se extravía la solución de los problemas sociales y nacionales de fondo.

Esperemos que la razón, vuelva a las discusiones de fondo y no los berrinches u ocurrencias, las denostaciones personalizadas que dan un mal espectáculo y dañan las instituciones y personas que las representan.

Así la celebración de la constitución, así la marcha de los representantes de los poderes. El ciudadano y la sociedad observan y lo que ven tiende a cansarlos ya.