Bien dicen que el poder no se comparte. Y lo digo por la situación que está por vivir el sindicalismo en México.
Muchos líderes sindicales andan muy nerviosos por los próximos cambios a la Ley Federal del Trabajo, lo cual celebro, pues parece que éstos beneficiarán a los trabajadores.
No sé cómo le van a hacer los líderes sindicales, pero se dice que están tratando de ponerse acuerdo para agruparse y defender sus intereses comunes —más no precisamente los de sus agremiados—. Ya que están acostumbrados a ser ellos quiénes figuren y tomen las decisiones sin consultar a sus afiliados, ahora todos andan de amigos buscando alianzas, simulando unidad para mostrar fuerza y no ser desplazados. También están los que se creen consentidos por el actual gobierno, que serán intocables y serán ellos los que ahora tendrán todo el poder. Pero por sus antecedentes, seguro también someterán a la clase obrera. En resumen serán los nuevos caciques sindicales. Juntos pero no revueltos.
Los actuales liderazgos huelen a viejo, a rancio, a oxidado, a obsoleto, a caciquismo, a misoginia y a un servilismo cínico al gobierno y a los empresarios; que en muchos casos perpetúan su poder al heredar a sus vástagos las representaciones de las organizaciones sindicales, pasando así de mano en mano y de generación en generación.
Desde 1989 y de manera constante, el movimiento sindical mexicano se ha debilitado tanto que en la actualidad tan solo cerca del 5% de la población económicamente activa está afiliada a algún sindicato. Según las estadísticas, alrededor de 70% de los ciudadanos no tiene confianza en los sindicatos: solo la policía y los partidos políticos muestran peores resultados.
Las preguntas pertinentes serían pues ¿Cómo reactivar la vida sindical? ¿Los sindicatos son los obreros o su cúpula? ¿Cuáles son los elementos que conforman a un buen y a un mal sindicato?
Las posibles respuestas las exploraremos en mi siguiente colaboración.
Finalmente, lamento profundamente que ninguna central obrera ha tomado en serio la defensa de los derechos laborales de mis compañeras y compañeros trabajadores del hogar, como si ellas y ellos no fueran trabajadores, manteniéndolos al margen de lo establecido en el artículo 123 constitucional. Pero en “Por un Trabajo Doméstico y de Servicios Dignos” seguimos luchando por reivindicar los derechos de mis compañeras y compañeros.
Daniela Acosta