España, un país ingobernable

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En los últimos cuatro años España ha celebrado tres elecciones generales y, si nada cambia, podrá sumar una más a su colección para redondear la cifra final en 4 de 4. En cada ocasión, las distintas fuerzas políticas han tirado los dados confiando en obtener el resultado definitivo: uno que les permita gobernar sin tener que depender de terceros, pero hasta ahora no ha sido posible. Si en el 2015 los españoles celebraban la llegada de nuevas fuerzas políticas, que venían a refrescar la esfera pública y que implicaba la ‘muerte del bipartidismo’ que se había repartido el poder desde el final de la dictadura, ahora se lamentan al comprobar que ni su clase política, ni sus reglas del juego, están preparadas para afrontar un nuevo escenario, donde la cesión y las alianzas con viejos enemigos son necesarias para gobernar.

Aquí cabe mencionar un aparte. España, a diferencia de México, no posee un sistema presidencialista, si no parlamentario. Esto implica que el voto de los españoles sirve para organizar la repartición de los asientos en las diferentes cámaras, siendo el Congreso el que finalmente tendrá la potestad de definir la presidencia del gobierno. Normalmente, el candidato con más votos se presenta a una sesión de investidura donde, en un primer caso deberá sumar mayoría absoluta (176 apoyos). De no conseguirlo, tiene una segunda opción en otra votación donde solo necesita obtener más apoyos que rechazos. Actualmente el partido que más representación tiene es el progresista Partido Socialista, que lidera Pedro Sánchez, con 123 escaños. Lejos del objetivo de mayoría absoluta, Sánchez ha fracasado esta pasada semana en su intento por reunir los apoyos que le conviertan oficialmente en presidente.

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Los socialistas no han ocultado nunca que su objetivo pasaba por gobernar en solitario y, para ello, reclamaron a las demás fuerzas políticas una abstención gratuita en la votación de investidura. Ninguna de ellas picó el anzuelo, obligando a Sánchez y los suyos a retratarse y pelear por un gobierno en coalición. La única formación capaz de darle la fuerza necesaria para alcanzar mayoría absoluta son los liberales de Ciudadanos, una formación que, con el paso de los meses, ha ido distanciándose de la posición centrista de la que hacían gala en sus inicios para escorarse a la derecha. Ahora solo quieren pactar con formaciones conservadoras justificando esta decisión en su animadversión a Sánchez, a quien acusan de ceder ante las presiones de los partidos independentistas catalanes. A raíz de esta polémica decisión, miembros relevantes de la cúpula de Ciudadanos han abandonado el barco. No entienden, como la mayoría de españoles, que se rechace un posible acuerdo con los socialistas obligando a éstos a buscar apoyos en formaciones más extremas e inestables.

Unidas Podemos, a quien podríamos comparar con Morena, es el socio natural de los socialistas, pero aquí se encuentran otro problema: la suma de ambos no llega a la mayoría absoluta. Además de pactar con ellos necesitan apoyos de partidos regionalistas o directamente independentistas. De ahí que Sánchez haya retrasado estas negociaciones hasta los días previos a la sesión de investidura, sin conseguir contentar las aspiraciones de Podemos, que reclama más puestos de poder en el futuro gobierno. Tras el fracaso socialista en la sesión celebrada la semana pasada, las formaciones políticas volverán a intentar formar gobierno a partir del mes de septiembre. Si para entonces no existe la confianza suficiente de que se pueda superar la investidura, el rey Felipe VI se verá obligado a convocar a los españoles a unas nuevas elecciones generales: la cuarta en cuatro años.

Entre tanto, España, un país sin gobierno y con presupuestos generales prorrogados desde hace años, sigue siendo la envidia de sus vecinos europeos. Con un crecimiento anual del 2,1% previsto para el 2019, se encuentra entre los países que más crece de la zona euro y el que más crece entre las grandes economías de la región. Mientras su clase política sigue sin comprender que el bipartidismo ha muerto, y que la cesión será necesaria para gobernar, los españoles atienden indignados ante el irresponsable espectáculo del desgobierno.