Sí, ha leído bien: España celebrará este mes de noviembre sus cuartas elecciones generales en 4 años. Y la ciudadanía, como era de esperar, está cansada, indignada y molesta con una clase política incapaz de alcanzar un acuerdo que garantice la gobernabilidad del país. Si en el año 2015, España celebraba la muerte del bipartidismo (con la llegada de dos nuevos partidos que acababan con el ‘turnismo’ que protagonizaron PP y PSOE desde la caída de la dictadura franquista), en el 2019, y tras cuatro elecciones, constata que ni el rígido sistema político, ni los líderes de los partidos están preparados para este nuevo escenario de diversificación del voto que requiere, sobre todo, de cesión y negociación.
Recordemos que, a diferencia de México, España tiene un sistema parlamentario y no presidencialista. Esto implica que el voto de los españoles sirve para organizar la repartición de los asientos en las diferentes cámaras, siendo el Congreso el que finalmente tendrá la potestad de definir la presidencia del gobierno. Normalmente, el candidato con más votos se presenta a una sesión de investidura donde, en un primer caso deberá sumar mayoría absoluta (176 apoyos) y, de no conseguirlo, tiene una segunda opción en otra votación donde solo necesita obtener más apoyos que rechazos. El rey Felipe VI encargó la tarea de reunir los apoyos al socialista Pedro Sánchez (el candidato más votado), pero después de 3 meses de presuntas negociaciones, la falta de acuerdo obligó al monarca a convocar las cuartas elecciones en cuatro años.
Los efectos de la falta de gobierno ya están empezando a sentirse: los presupuestos del Estado llevan dos años prorrogados, los funcionarios reclaman que no tienen autorización para ejecutar sus partidas presupuestarias y el desarrollo económico empieza a caer, ante la falta de estímulos del gobierno. Y mientras tanto, los candidatos viven en una continua campaña electoral sin visos de asumir ninguna responsabilidad personal por el fracaso. De hecho, la ciudadanía deberá volver a encontrar por cuarta vez en cuatro años, casi los mismos nombres en las papeletas. El principal responsable de esta situación es el socialista Pedro Sánchez, quien ha protagonizado durante los últimos 3 meses, y en compañía de su socio natural por la izquierda, ‘Unidas Podemos’, unas bochornosas negociaciones que no han llevado a ningún lado.
En cierto modo las culpas son compartidas, Podemos no supo dar por buena la oferta de los socialistas (rechazando la vicepresidencia y dos o tres ministerios), mientras que el PSOE ha jugado con el reloj y las encuestas. Ante una cuarta repetición electoral las expectativas son que el electorado haga uso del ‘voto útil’ para apoyar a las dos formaciones tradicionales (PSOE y PP), confiando en que, como partidos más fuertes, serán la opción más segura para formar gobierno. Esto dejará en un mal lugar a las nuevas formaciones, Podemos y Ciudadanos, que si bien no les interesaba unas nuevas elecciones, han hecho muy poco por impedirlo.
Los vetos personales, el tacticismo político, el ansia de poder, la falta de apoyos, la manipulación mediática, la ininterrumpida y eterna campaña electoral, la repartición de culpas… en este ambiente conviven los cuatro candidatos a presidir España. Cuatro líderes irresponsables que se han demostrado ineficaces y poco preparados para los tiempos políticos que corren. En esas siguen los cuatro, como diciendo a los españoles que el resultado no les gusta, que ‘repartan otra vez las cartas’, a ver si en esta cuarta mano consiguen una jugada que les permita no depender de nadie, más que de sí mismos, y ahí sí, podrán decir: “ven ustedes, solo hacía falta que votaran así para tener gobierno”. España vive atrapada en el ‘Día de la Marmota’, que podría volver a empezar en noviembre si los candidatos siguen descontentos con las cartas repartidas.