En la reciente segunda reunión en Washington, entre los presidentes de EU y México, Biden-López, con una reunión previa con la vicepresidenta Harris y el mexicano, la tensión existente mantuvo los estrictos cánones diplomáticos. Aunque el mexicano presentó algunas de sus conocidas demandas en materia de migración, energía, comercio y seguridad, así como de los programas sobre apoyo a jóvenes, no hubo el apoyo esperado y la respuesta del presidente estadounidense fue de aguantar y ser pacientes.
Las sonrisas predominaron y se reafirmó la idea de mantener el trabajo conjunto y explorar mayor cooperación entre ambos países, pero no hubo un acuerdo sustantivo sobre los temas de interés en la agenda bilateral.
El presidente mexicano propuso para reforzar la cooperación entre ambos países, apoyar el abasto de gasolina de los EU, a menor precio en la frontera con México; poner a disposición de EU gasoductos para transportar gas al interior del país vecino del norte; establecer la suspensión de aranceles, para bajar los precios de consumo; desarrollar un plan de inversión para fortalecer mercados y disminuir la importación de productos de otras regiones para el consumo interno, e incrementar visas temporales para trabajadores migrantes.
El presidente Biden respondió que a pesar de los desafíos actuales, ambas naciones pueden seguir trabajando juntas, que esperará la forma en que se materializan los puntos propuestos por el presidente mexicano.
Más allá de las notas de color, el encuentro no logró avances significativos en ninguna de las propuestas, aunque tampoco hubo mayores reclamos a los desdenes e injerencias pasadas, como los ocurridos en torno a la Cumbre de las Américas o de la estatua de la libertad.
El sabor que queda de esta reunión, es que no fue aprovechada para avanzar a fondo en los temas relevantes de la agenda multilateral EU-México. De tal forma que los problemas continuarán en los terrenos de cada quien.